Vicente Botella: «Los jóvenes de hoy, a pesar de estar súper comunicados, están muy solos»

Vicente Botella: «Los jóvenes de hoy, a pesar de estar súper comunicados, están muy solos»

El religioso dominico Vicente Botella Cubells OP, vicedecano de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de la Universidad Católica de Valencia (UCV), ha sido entrevistado para los medios de Ordo Praedicatorum y nos ha dejado interesantes observaciones sobre la propuesta teológica que los Dominicos pueden ofrecer hoy a la Iglesia y al mundo. “Ha de ser una teología al servicio de la predicación de la buena nueva y, por ende, en contacto con la realidad, los problemas, las inquietudes y las fronteras de los hombres y mujeres de hoy”, indica Fr. Vicente Botella.

Compartimos íntegramente esta entrevista

¿Qué significa para usted haber recibido el grado de Maestro en Sagrada Teología del Maestro de la Orden?

En primer lugar, ha supuesto una sorpresa. La verdad no me esperaba que mis hermanos, encabezados por el Prior Provincial, consideraran que reunía los méritos requeridos para la recepción del magisterio en teología y que, además, así se lo presentaran al Maestro de la Orden. ¡Es como si este título me viniese grande! En consecuencia, agradecimiento (a la Orden, al Maestro de la Orden y a mis hermanos) es la segunda palabra que resuena en mí en relación con esta distinción.

Todo lo que he estudiado, reflexionado, enseñado o publicado se lo debo a la Orden que me acogió y me ofreció una buena formación, disponiendo las cosas para que pudiera dedicarme a la teología. Finalmente, el magisterio recibido significa para mí una responsabilidad y un acicate, pues he de ser consecuente con el reconocimiento que se me ha concedido y seguir sirviendo, con mayor ahínco si cabe, a la predicación dominicana a través de mi quehacer teológico.

En su opinión, ¿cuál sería la propuesta teológica actual de la Orden a la Iglesia y al mundo?

Bueno, no sé si soy capaz de perfilar exactamente cuál es la propuesta teológica que la Orden ha de ofrecer hoy a la Iglesia y al mundo. Entiendo, en cualquier caso, que esta ha de seguir nuestra tradición y, por tanto, la senda abierta por esa comunión armónica entre el carisma de la predicación de Domingo y la forma de hacer teología de Tomás de Aquino. Por consiguiente, ha de ser una teología al servicio de la predicación de la buena nueva y, por ende, en contacto con la realidad, los problemas, las inquietudes y las fronteras de los hombres y mujeres de hoy.

Una teología elaborada a partir de la Palabra de Dios, pero en constante diálogo con las distintas disciplinas del saber y de la ciencia; en este sentido, una teología interdisciplinar o, como dice el papa Francisco en la Veritatis Gaudium, transdisciplinar. Una teología preocupada por la aportación que los cristianos (ecumenismo) y las religiones (diálogo interreligioso) pueden hacer en pro de un mundo justo, pacífico, fraterno y ecológico. Una teología positiva que, a pesar de las dificultades y de los problemas que se viven, exprese la confianza del Dios cristiano en el ser humano y, por tanto, la esperanza. Una teología asentada tanto en la profundidad de la contemplación, como en el rigor científico.

A la luz de la teología del matrimonio, ¿cuál puede ser la respuesta de la Orden y de la Iglesia a los desafíos a los que se enfrenta la familia hoy?

La comprensión cristiana del matrimonio se asienta en el principio más grande y reconocido de todos los que existen dentro de la vida humana: el amor. Claro, este amor, considerado desde la óptica de la revelación, posee una altura que alcanza hasta Dios y, alcanzando a Este, dice también la verdad del ser humano. El amor supone la alteridad, ya que nunca es autorreferencial. El misterio del Dios cristiano así lo evidencia, dado su perfil trinitario. Dios es amor y, por tanto, un misterio de comunión que, además, ha desbordado llamando al ser lo que no era. En la creación, en consecuencia, ha dejado su huella (una huella de amor). Particularmente, esta huella está presente en la criatura humana (imago Dei). Por consiguiente, la persona, cuya razón de ser es amor, alcanza su realización cuando se abre amorosamente a la alteridad. Sin la relación interpersonal orientada por el amor que busca la comunión, lo humano no se desarrolla en su integridad.

De este proceso, antropológico y teológico a la vez, la realidad del matrimonio es un signo eminente, un sacramento. De ahí su riqueza y su significatividad. Así pues, la experiencia del amor comunional del matrimonio es, en sí misma, una vivencia del Dios creador, pero, sobre todo, del Dios salvador que en Jesucristo ha manifestado el amor en toda su radicalidad, anchura y profundidad. Por este motivo, esa misma experiencia refleja también el misterio del Dios trinitario, dado que la vida humana se transmite y crece: el matrimonio se hace familia. De este modo, en la familia se visibiliza mejor la maravilla sorprendente del don de la vida que tiene como fuente al Dios Uno y Trino. En suma, el matrimonio-comunión origina una comunión más amplia: la familia. Hay, como se aprecia, una relación intrínseca y natural entre ambas realidades.

En este horizonte, es normal que una crisis en torno a la comprensión del matrimonio suponga una crisis en el ámbito de la familia y viceversa. Y sabemos que hoy existe esa crisis. ¿Qué puede aportar la teología del matrimonio a la crisis en la familia? Entiendo que, sobre todo, el valor de signo eficaz dentro de la cual hay que entenderla. Dado que es sacramento, proyecta una significatividad que hace pensar y que, por eso, a pesar de las dificultades, puede servir de orientación, dentro de la confusión en la que vivimos. Por una parte, están las dimensiones que refleja el signo matrimonial: entrega total, definitiva y fecunda en el amor. Por otro, el espacio de confianza y cuidado que proporciona la vivencia del sacramento matrimonial; espacio de confianza que se traduce, por ejemplo, en la estabilidad que ofrece a la realidad familiar para su desarrollo e implementación. Esos valores o principios que brinda la teología del matrimonio siguen siendo válidos y deben ofrecerse sin miedo a las personas de nuestro entorno. Además, seguro que muchos pueden reconocerse en ellos porque, probablemente, aspiran a vivirlos. Y es que, a veces, en la repetición de diversos matrimonios y en el deseo de encontrar refugio en el calor del hogar familiar, está presente, sub contrario, la afirmación de lo que la teología del matrimonio enseña y no se logra alcanzar… Es verdad que las nuevas antropologías, con la cuestión del género y el transhumanismo, suponen un desafío grande para la teología matrimonial y de la familia. Aquí, el reto del diálogo iluminador no está sólo del lado de la teología del matrimonio, sino también de la visión cristiana sobre el ser humano (antropología teológica).

¿De qué manera el sacramento de la reconciliación puede ayudar a los jóvenes de hoy?

Sí, creo que el sacramento de la reconciliación puede ayudar a los jóvenes de hoy de diversas maneras. Eso sí, siempre que lo presentemos con sentido. En primer lugar, está el reconocimiento y la aceptación de la responsabilidad y de la vulnerabilidad. No hemos enseñado a los jóvenes, en las sociedades occidentales, a reconocer los límites y los fallos. En este contexto, no les resulta fácil asumir la responsabilidad derivada de las propias acciones: la conciencia de pecado no existe. Por tanto, enseñar a la juventud a auto examinarse, para descubrir que hace cosas mal, que daña a los demás y se perjudica a sí misma, es saludable. Curiosamente, esta asunción de responsabilidad, para los cristianos, lejos de empequeñecer, humaniza y madura, porque muestra que asumir la pobreza y la debilidad de la propia condición puede cambiar las cosas: es, sin ir más lejos, el paso imprescindible para iniciar un camino de crecimiento personal.

Ser vulnerable y equivocarse no es una tragedia, también es una oportunidad para mejorar. Por esta vía, la reconciliación que Dios ofrece en el sacramento del perdón va en esa línea sanadora que puede ayudar a superar esa mentalidad de Peter Pan en la que nos forma la sociedad de hoy. En ella, aunque no hay conciencia de culpa, cuando alguien la siente no sabe cómo sobrellevarla. Y esto hace mucho mal, sobre todo, a los jóvenes. Luego, está todo el horizonte relacionado con el ser escuchado, comprendido y perdonado. Los jóvenes de hoy, a pesar de estar súper comunicados, están muy solos. Tristemente solos. No les resulta fácil abrirse con sinceridad (mostrarse tal cual son) porque están más bien preocupados y ocupados en ganarse el like de los demás en cada cosa que hacen o cuelgan en las redes. En este sentido, encontrar dónde y con quien expresar lo que uno siente o le pasa sin ser juzgado y experimentar la misericordia, constituye otra riqueza del sacramento de la reconciliación que se ha de transmitir con sabiduría. Además, sentirse acogido y perdonado ayuda mucho a comprender al otro, a ponerse en su piel y, en este sentido, facilita las relaciones sociales.

Otro valor de la reconciliación de cara a los jóvenes es la posibilidad de iniciar una dirección espiritual o acompañamiento. Sentirse perdido en la sociedad de hoy es relativamente fácil. Encontrar una persona con la que contrastar las cosas es un lujo que hay que cuidar. El sacramento del perdón brinda esta posibilidad. Esta perspectiva, que está en el origen del modelo de la confesión auricular que se emplea en la Iglesia desde hace mucho tiempo es un valor para proponer con pedagogía a nuestro mundo y, de manera particular, a los jóvenes.

PUEDES LEER LA ENTREVISTA EN ORDO PRAEDICATORUM

2025-07-17T12:39:39+00:00 17-julio-2025|Profesores Facultad Teología Valencia, Reflexiones|Comentarios desactivados en Vicente Botella: «Los jóvenes de hoy, a pesar de estar súper comunicados, están muy solos»