Abbá (Padre), Effatá (ábrete), Talitha qumi (niña, a ti te digo, levántate)… Son palabras que usó Jesús para enseñar, para consolar, para sanar, para rezar… Otras, las gritó desde la cruz: Elí, Elí, lemá sabachtáni? (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado)
Todas ellas son palabras arameas, de la lengua materna de Jesús, la que habló en su infancia. “Todavía resuena en nuestras iglesias y comunidades cuando proclamamos o meditamos el Evangelio, la Palabra eterna.” Nos lo recuerda José Cebrián, profesor de arameo en la Academia de Lenguas Bíblicas, Clásicas y Orientales de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de la Universidad Católica de Valencia.
Fue la lengua de María, de Pedro, de Mateo o del discípulo amado… “la lengua de los primeros cristianos de Palestina y Siria, y de las tierras que se extendían más allá de sus fronteras”. Pero no termina aquí.
Apunta el profesor Cebrián que el arameo es una “lengua milenaria”, nacida en el corazón de Oriente, pariente del hebreo, del acadio, del árabe… “Fue la lengua de antiguos imperios —asirio, babilonio, persa— y durante siglos sirvió de puente entre los pueblos de Oriente Medio”. Con el tiempo, el árabe, acompañado por una nueva fe nacida en los desiertos, fue desplazando a la lengua aramea lentamente, “hasta dejar su voz reducida en comunidades cristianas aisladas y en su liturgia milenaria.”
Pese a ello “nunca desaparecerá” pues es una lengua que pervive incluso en algunos libros de la Biblia, como Daniel y Esdras. Parte de ellos están escritos en arameo y otros, como Tobías, están saliendo a la luz recientemente.
“Aunque no fue la lengua de la revelación divina”, señala José Cebrián, “sí ocupa un lugar sagrado en el corazón del judaísmo.
Es la lengua del Talmud (obra monumental que recoge la tradición oral del judaísmo, sus enseñanzas religiosas, jurídicas y éticas), de los Midrashim (comentarios que exploran y explican el sentido profundo de las Escrituras), y de los Targumim (traducciones y explicaciones en arameo de la Biblia hebrea, usadas en las sinagogas para hacerla comprensible al pueblo)”.
En definitiva, “es palabra viva en la sinagoga y soplo de mística en la cábala”, la tradición mística y esotérica del judaísmo que busca interpretar la Biblia para entender la naturaleza de Dios, la creación y el universo.
Cebrián demuestra su fascinación por el arameo cuando destaca que estudiarlo es “abrir una puerta a la sensibilidad de los primeros creyentes, a la fe desnuda, aún no traducida, aún no explicada. Es escuchar los ecos originales del Evangelio, los matices que se pierden en cada versión”.
Supone también “tender un puente hacia el alma del judaísmo, donde hebreo y arameo conviven como lenguas hermanas. Allí donde la Escritura se comenta, se canta, se reza… palabra por palabra”.
Aprender arameo, dice el docente, “no es solo estudiar una lengua antigua, es escuchar, muy dentro, la voz de Aquél que dijo: Abbá”.
Academia de Lenguas Bíblicas, Clásicas y Orientales
La Academia de Lenguas Bíblicas, Clásicas y Orientales de la Facultad de Teología de Valencia ofrece tres niveles y diversos talleres de traducción de cada uno de los idiomas.
El alumnado no necesita tener ninguna formación previa para iniciarse en el estudio de las lenguas.
Más información: sergio.benavent@ucv.es
- Imagen de un manuscríto medieval del ‘Targum Onkelos’
- Carta de liberación de dos esclavos proveniente de los papiros arameos de Elefantina (siglo V a. C)

